Queridos,
Nuestro último día en Toronto. Decidimos volver a Niagara on the Lake, aunque habíamos pasado al volver de las Cataratas, porque necesita uno quedarse unas buenas horas allí, de viñedo en viñedo, llenándose los sentidos de belleza y sabor.
Sólo pasamos por 3 viñedos, pero fue suficiente. En el primero (Trius) nos dieron un tour por las cavas, las uvas y por supuesto, a probar el brut, los vinos tinto, blanco y el famoso icewine, muy de aquí, que se produce cuando se cortan las uvas a menos 8 grados, lo que produce un vino dulce, para postre, fino y caro.
Hasta hace muy pocos años, la región no tenía ningún prestigio haciendo vino, aunque las raíces de las viñas eran fuertes y resistentes, la uva que producían servía sólo para hacer jugo. Fueron poco a poco injertando viñas europeas, lo que resultó en una excelente combinación, la resistencia de las americanas con la fineza de las segundas, ahora se producen vinos con uvas como chardonnay, gamay, cabernet sauvignon, cabernet franc, merlot, shiraz, divine white...
Cada viñedo guarda sus secretos y experimenta. Por ejemplo, algunos siembran las uvas enfiladas de norte a sur, para que el viento corra entre ellas, otros prefieren hacerlo de este a oeste, lo que le da una diferente forma de asolearse, en fin, que es una región nueva, en la que se vale probar. Han ganado ya bastantes premios internacionales, nos quedamos muy bien impresionados con la calidad de lo que probamos. Muy pero muy recomendables.
Interesante la clase dentro de las cavas, aprendimos algo sobre las barricas, tuestan la madera para darle un aroma y color diferente,
y cada barrica tiene los datos, por ejemplo, esta, muestra un tostado medio en roble, con la tapa y el fondo también tostados, la madera fue moldeada (para darle el curveado) con agua, y el 13 muestra el año de la cosecha. Las barricas tienen una vida útil de 5 años.
Las botellas donde guardan el Brut (champaña sin poderse llamar así por la denominación de origen que tienen en Francia) tienen primero una corcholata, hasta que se asienta la levadura,
las van inclinando, luego la extraen y ya les ponen el corcho que todos conocemos. Por cierto, al abrir la botella para darnos a probar, la mujer quiso lucirse cortándola con una espada, como lo hacía Napoleón, el resultado fue que la botella se rompió, los vidrios salieron por todos lados y de milagro no acabamos con un pedazo en la cara... ya me imagino la demanda que habrían tenido...
En plena clase.
Nos recomendaron como la mejor casa, Stratus, de todas todas cierto. Compramos un par de botellas (amigos del grupo de vinos, ¡¡ya verán!!)
Luego de la degustación urge comer, si uno quiere poder manejar de regreso, aquí un parmentier de res que no tuvo madre, en el tercer lugar que visitamos, Peller,
Ramón extasiado,
Yo igual...
Y para despedirnos de Toronto, una noche espléndida con la Torre CN al fondo.
Besos torontonianos y hasta la próxima!
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