Pues se nos acabó París. Quiero compartirles antes de seguir con esta reseña, que nos acabamos de enterar, que unos pocos días después de dejar el departamento, hubo una fuerte inundación en el piso de arriba del nuestro, y en plena noche se cayó el plafón del techo, en el lugar donde estaba nuestra cama. No sé qué hubiera pasado si hubiéramos estado allí, pero seguro nada bueno...
Así que con el gusto de estar bien y contentos, les comparto esta primera parada de nuestro viaje por el sur de Francia y el norte de España y Portugal, que será lo último que haremos antes de volver a México.
El recorrido a Burdeos lo hicimos en TGV, ese fantástico tren que nos llevó a tantos lugares, y miren a qué velocidad:
Sabíamos que el tiempo no nos favorecía, lluvia, viento y frío, pero la idea era descansar, comer y beber bien, y lo demás sería lo de menos.
Burdeos es hermoso, armónico, lleno de monumentos reconocidos por la UNESCO como patrimonio mundial, pero sobre todo, un lugar con gente amable y con ganas de dar un servicio excelente.
México y sus calaveras andan por doquier...
Y como en todo Francia, las tiendas de chocolates están llenas de sorpresas. Si no, qué les parecen estas dos figuras de arriba.
Este es el Gran Teatro, y en verano, en la plaza, hay un enorme espejo de agua donde la gente viene a refrescarse del calor.
Y en esta misma plaza, encontramos esta escultura, de Jaume Plensa,
Miren lo interesante de la forma, vista de perfil:
Sorpresas hermosas se las encuentra uno a cada paso:
La Burdeos medieval se encontraba amurallada y seis puertas le daban entrada a la ciudad. Les comparto dos imágenes que pude captar:
La Puerta de Borgoña, que está frente al puente de Piedra, uno de los más bellos de la ciudad. Aquí la puerta:
Esta otra, también de las más famosas, la puerta de Cailhau, construida a finales del siglo XV:
Como pueden ver, sí tuvimos algunos momentos de cielo azul.
Me llamó la atención, al paso, esta plaza, cuyo santo debe ser socorrido por muchos...
En la Plaza Quinconces, se encuentra este monumento, a los Girondinos, (nombre que se les dio a varios diputados procedentes de la Gironda, que cayeron durante la Revolución Francesa), construido a finales del siglo XIX. La parte superior del monumento tiene una escultura que nos recordó mucho a nuestro Ángel de la Independencia.
Burdeos le debió su auge comercial a dos cosas, el vino y la sal. Aquí arriba la Place de la Bourse, donde se cobraban los impuestos por el comercio de ambos.
Esta es la Catedral de San Andrés. Un poco de historia:
La catedral tiene un origen románico. Fue construida a finales del siglo XI y consagrada en 1096 por el papaUrbano II. Fue concebida con una planta de cruz latina y una nave única de 124 metros de longitud. Originalmente albergaría cuatro campanarios, pero finalmente solo se construirían dos con sus agujas. La construcción de las dos torres restantes fue abandonada. El aspecto que toma la catedral por lo tanto es bastante pesado y grave, debido principalmente a los refuerzos con los que tuvo que ser construida, al estar situada sobre suelo de marismas. En 1137 la catedral fue escenario de la boda entre Leonor de Aquitania y el futuro rey Luis VII de Francia.
El interior no es tan impresionante como Notre Dame de París, pero tiene columnas policromáticas, más parecidas a Saint Germain des Près:
Y junto a la catedral, está la Torre de Pey Berland (el nombre se debe a su constructor), que es de hecho el campanario de la catedral, pero se construyó aislado de esta para evitar la vibración de las campanas (la mayor pesa 8 toneladas). Está construida en estilo gótico flamígero. Miren qué bonita:
Y aunque hay mucha belleza en lo antiguo, también se encuentran esculturas modernas muy interesantes.
Y pasamos por este túnel varias veces, para llegar a nuestro hotel.
Por cierto, teníamos mucho tiempo en Francia sin comer carne de res buena, aquí nos dimos vuelo, sobre todo probamos una "madurada", que quiere decir, dentro de un refrigerador especial, que la conserva a aproximadamente 1.5 grados y entre 75 y 85% de humedad, durante casi 40 días, sin cobertura. Si uno ve la carne, parece seca y quemada, pero nos explicaron que esa parte (ya con muchas bacterias), se corta y se desecha; el sabor es algo simplemente indescriptible.
Pero lo que más nos gustó de la visita, fue el día entero que pasamos en La Cité du Vin, un museo "interactivo". Pero esa será la siguiente entrega.
Besos aquitanios.
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