domingo, 3 de febrero de 2019

Madrid antes del adiós

Queridos,

No hay plazo que no se cumpla. Madrid nos esperaba para despedir el año y el viaje.

Lo primero que hicimos fue darnos una vuelta por El Retiro, que siempre alegra el espíritu:


Me acordé de María cuando llegamos al Palacio de Cristal, donde habíamos paseado juntas un año antes...


Y cómo me sorprendió, en pleno diciembre, encontrar aún rosas en La Rosaleda:



Tuvimos mucha suerte de poder cenar todas las noches con amigos. Una de ellas fue con César y Elba, que además nos llevaron a pasear por las callecitas hermosas del centro de Madrid:


Otra noche fue con Concha y Miguel Ángel, desgraciadamente no tomamos foto...

Tratamos de entrar al Museo del Prado, y Juan nos había puesto un video muy interesante de las Meninas el día anterior, pero la fila era inmensa y me conformé con tomar esta imagen del gran Velázquez:



Y para no quedarnos sin arte, nos fuimos caminando al Museo Thyssen Bornemisza, donde encontramos estas bellezas que les comparto.
Empezamos con esta hermosura de Rodin, Cristo y La Magdalena, de 1905.





Me llamó la atención este cuadro de arriba, se llama El Gran Canal con Santa María de la Salud, y se pintó entre 1738 y 1740. Forma parte de "La Vedutta", esa corriente veneciana que nos muestra con tanta perfección la vida de esa época, pero no conocía al autor.

Les cuento un poco de él:
Michele Marieschi (Venecia, Italia,1696 - circa 1743), pintor de la escuela vedutista veneciana (Italia). Se inició en el mundo de la escenografía, de los dibujantes de perspectivas y la arquitectura efímera en Venecia iniciando la década de 1730, para trabajar más tarde como pintor y grabador. Se caracteriza por el uso de la cámara oscura, lo que, como a Bellotto, le hace ejecutar una pintura con claroscuros abundantes. Sus panorámicas son dilatadas y emplea ricas mezclas de colores. Realizó varios Caprichos (esas pinturas que combinan la realidad e imágenes de la Roma antigua) inspirado en los realizados por Marco Ricci. Estudió a fondo la pintura de Giovanni Antonio Canal, Canaletto1.​ Su trazo fue cálido, brillante y con delicada construcción atmosférica. En su trabajo refleja una intención de profundidad, que imprimió en sus óleos.
Cuando Marieschi muere, su alumno Francesco Albotto se quedó con su taller y se casó con su viuda.2​ Su discípulo imitó su obra que se ha confundido en diversas ocasiones. La presencia de Albotto fue discreta hasta que en mayo de 1972 en una subasta realizada en la casa de Subastas Sotheby's de Nueva York, salió una pintura del Palacio Ducal visto desde el mar, con una inscripción en el reverso y la firma de Albotto. Los expertos dudaron sobre su autoría, sin embargo el investigador Rodolfo Pallucchini, experto en la pintura veneciana, se avocó en el análisis de la obra y encontró diferencias fundamentales en la pincelada y la manera de aplicar el color haciéndola más luminosa. 
La demanda de vedutas en el Settecento fue muy fuerte, de tal forma que comercializaron las imágenes en forma de postales y se desarrolló una extensa producción del género. Fue entonces fácil que los viajeros llevaran la imagen de Venecia a lugares distantes, mostrando así su encanto y belleza.



Este de arriba, sí de Canaletto, es La Plaza de San Marcos en Venecia, 1723.


Y este otro también de Canaletto, La fachada sur del Castillo de Warwick, de 1748.


Este pintor no lo conocía, Simon de Vlieger, de Rotterdam. El cuadro se llama Tormenta en la Costa, de 1645 a 1650.


Este de Sanford Robinson Gifford, Cerca de Palermo, de 1874


Pescadores en la Costa Labrador, de William Bradford (1823-1892); el cuadro no tiene fecha.


Este, de Johan Barthold Jongkind, Molino cerca de Delft, de 1857.

¿Les he dicho que me fascinan los molinos?

Aquí les va otro:


Este, de Georges Michel (1763-1843), Paisaje con molino. También sin fecha.


Este, de Stanislas Lépine, El Sena en el Puente de Sèvres, de 1876 a 1880.

Este de abajo, primero pensé que podría ser de Sorolla, pero no. Resultó ser Interior al aire libre, de Ramón Casas Carbó, de 1892.



Y por último, los dejo con esta belleza: El lector, de Ferdinand Holder (suizo), de 1885.


Almudena y José Antonio nos invitaron a pasar el 31 con ellos y su familia. Un fin de año memorable, que nos recordó la cantidad y calidad de amigos que hicimos (y queremos conservar) en esta estancia de cinco años, fuera de México. Un tesoro.


Y el día 1o de enero, antes de dejar el hotel, recorrimos las callecitas aledañas,


y nos encontramos con estas bellezas, con las que me despido:




Besos de oro.

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