domingo, 29 de abril de 2018

Viaje de 70 años I

Queridos,
Después de varias semanas de ausencia, vuelvo a las andadas.  Ramón llegó a la década de los 70s, y decidió que quería pasar su cumpleaños en el lago Konstance, en Alemania. Como la semana anterior había una reunión de trabajo en Estrasburgo, (como la del año pasado, la reunión anual de los estudiantes del CONACYT en Europa) de allí sólo dimos un brinquito a Alemania. Friburgo está a una hora en tren de Estrasburgo, así que todo se facilitó.

Aunque ya reseñé el año pasado esta bella ciudad de Alsacia, no pude dejar de tomar algunas escenas de Estrasburgo, para compartirlas con Ustedes.
El hotel sede de la reunión está muy bien situado, junto al río y a unas pocas cuadras del centro, así que para ir a pasear, cruza uno esta imagen, que me cautiva.


La casa forma parte de un liceo, así que el lugar está siempre lleno de muchachos, ¿se imaginan estudiar en un lugar así? Sospecho que uno no lo valora hasta que pasan los años y vuelve...

Aunque los primeros días estuvieron nublados y fríos, tuvimos algunos momentos de sol, que hacen lucir más las imágenes...



Este edificio frente al río, que no sé que es, se encuentra básicamente frente al hotel, y miren nada más este árbol, cuando me paré debajo me llovió de flores como regalo.



Esta iglesia ya se las había reseñado, también frente al hotel, Saint Paul, pero esta vez, tras las hojas, me pareció de filigrana.



Por supuesto no puede uno dejar de maravillarse con la catedral, en pleno centro, que este día se dejó ver con un ratito de sol para embellecerla aún más.



Y caminando por sus mágicas callecitas,


se llega a la zona que me parece más hermosa, la Petite France. Les contaba la otra vez que el nombre  tuvo su origen a medidados del siglo XVI, en la Edad Media, porque aumentaron en la ciudad (que por aquella época era una villa libre dentro del Sacro Imperio Germánico) los casos de sífilis, conocido como "el mal francés" y para combatir la enfermedad las autoridades de Estrasburgo crearon un hospicio en un antiguo edificio, el Hospice des Vérolés. El muelle situado junto al hospital tomó el nombre de Petite France y con el tiempo acabó extendiéndose y así fue como llegó hasta nuestros días.

Ahora se ha convertido en el lugar más emblemático de la ciudad, lleno de restaurantes y hoteles de lujo. Les comparto algunas imágenes, que seguramente se repetirán con las del otro año, pero espero que les disfruten igual:






Tomamos el tren hacia Friburgo para hospedarnos dos noches allí. Un poco de historia:

Friburgo era gris como la ceniza, pero ahora es verde y quiere ser aún más verde. Esta ciudad ubicada en el sudoeste de Alemania, a los pies de la fabulosa Selva Negra, fue arrasada por las bombas durante la Segunda Guerra Mundial y decidió reconstruirse con un solo propósito en mente: ser la urbe más ecológica y sostenible del mundo.
Y numerosos hitos ("el primero...", "el más..."), además de premios y certificaciones nacionales e internacionales, demuestran que lo ha conseguido en gran medida, si se compara con otros centros urbanos de la misma escala (cerca de 230.000 habitantes).
Uno lo nota al caminar por sus calles. En el centro reconstruido respetando la fisonomía medieval que tuvo desde su fundación en 1120 no se ve un solo automóvil.
Sólo entran camionetas que descargan su mercadería bien temprano por la mañana o taxis que dejan o recogen a visitantes en los hoteles. Los tranvías, bicicletas y peatones son los dueños de la calle.
De inmediato se aprecia el bajo nivel de ruido. Lo que más se escucha es el timbre de alerta de los tranvías, su suave deslizamiento por los rieles, o el bullicio de los 24.000 estudiantes que avivan esta ciudad universitaria.

Llegamos al atardecer el sábado, y aunque todo estaba cerrado, simplemente pasear por sus calles es un placer.




Algo que nos pareció precioso es que en las calles del centro corre un arrollito, en el que los niños juegan con barquitos, o simplemente ponen a flotar unos patos...
Por supuesto no pueden faltar los músicos en la calle, que alegran el paseo:

Su catedral, aunque no tan bella como la de Estrasburgo, tiene lo suyo. Fue construida en tres etapas, la primera comenzó en 1120 bajo el reinado del duque Conrado de Zähringen; la segunda en 1210, y por último, la tercera en 1230. La iglesia se convirtió en la sede del obispado de Friburgo, cuando fue elevada a catedral en 1827.


Y como todo buen domingo, el bullicioso mercado en la plaza, donde se le van a uno los ojos con el trabajo de los artesanos o los productores de todo tipo de alimentos.

El trabajo de la puerta es maravilloso:

Me llamó la atención el púlpito, combinando cantera y madera arriba:


También bellísimo el órgano y los vitrales:


En las afueras, la ciudad cuenta con un jardín japonés, que aunque pequeño, es un remanso de paz frente a un lago donde uno puede sentarse a tomar una buena cerveza.
Algunos rincones del parque:







Y luego, el laguito donde nos pasamos un muy agradable momento:

Hasta aquí los dejo con esta primera etapa del viaje...
Besos de paz.

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