Nos hablaban mucho de este lugar, no tanto por lo que tenía de exposición sino por el proyecto. De hecho, cuando llegamos resultaba que no había NADA expuesto, y aún así cobraban la entrada para ver el lugar.
Está anunciada como Un iceberg en pleno París, una nube de vidrio que flota sobre el Bosque de Boulogne...
La nave de la Fundación Louis Vuitton es el resultado de un encuentro: el de Frank Gehry, arquitecto estadounidense (autor, entre otros, del Museo Guggenheim de Bilbao, del Walt Disney Concert Hall de Los Ángeles y de la New York Tower) y de Bernard Arnault, presidente de la Fundación Louis Vuitton y mecenas, que desea promover y apoyar la creación artística contemporánea. Es en pleno corazón del Jardín de Aclimatación, uno de los más bellos de París, donde ambos han logrado crear este lugar excepcional, un recinto emblemático de estos comienzos del siglo XXI.
Ciertamente, es una obra arquitectónica muy especial. Así lo anuncian: El innovador vidrio curvado de la nave transforma realmente los principios de la arquitectura. Se produce entonces un juego sofisticado entre las vigas de madera clara y acero que se entremezclan, favoreciendo de este modo el despliegue de 12 velos de vidrio que reaccionan a la luz. Transparentes, con formas dispares y despegadas de la estructura de hormigón inmaculada, se reflejan también en un espejo de agua.
Antes de ir vimos de qué se trataría la visita: Dedicada a todos los estilos de la creación artística moderna y contemporánea, esta obra maestra arquitectónica de 3.500 m² reúne: 11 salas de exposición, con la colección permanente de la Fundación Vuitton (colecciones de artistas de renombre como Christian Boltanski, Pierre Huygues o Bertrand Lavier).
Pero resultó que al llegar no había ninguna exposición excepto estas en el auditorio:
Es decir, 5 paneles de colores creados por Ellsworth Kelly (1923-2015, EUA). Que me perdonen mis amigos los que aman el arte contemporáneo, pero estas obras en nada cooperan para que aumentemos nuestro gusto por él...
Bueno, a pesar de que no había exposición decidimos pagar la entrada para ver el edificio. Y valió la pena porque realmente el juego que tiene la madera, el hormigón y el vidrio, junto con los espejos de agua le dan a uno el placer de caminarlo.
Algunas escenas:
La vista desde las terrazas es hermosa, ya sea a la Defensa,
Al jardín de Aclimatación,
al bosque de Bologne,
o con la Torre al fondo, que nos gustó mucho
En la planta baja hay un grupo de espejos muy interesante, nos pusimos a jugar como niños Emilia, Ramón y yo:
Los pasillos y la mezcla de la arquitectura con los espejos de agua es también muy interesante:
Decidimos comer en el restaurante, que además de bonito (nos gustó el móvil), resultó delicioso:
Nos sorprendió un sashimi de pulpo, un ceviche de quinoa y unos camarones empanizados:
Valió la visita.
Besos modernos.
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