Después de la boda, mi mamá (Lui) vino a pasar unos días con nosotros a París. Hace algunos años Ramón y yo visitamos este pueblo medieval, Provins, y decidí llevarla a pasar un par de días. La pasamos de lo lindo. Para quien me sigue hace años, se acordará de él, pero como habíamos ido en abril, estoy segura que los cielos no estaban tan bonitos, me acuerdo de aquel viaje con mucho frío. Hoy fue lo contrario. Buscábamos dónde resguardarnos del sol, y debo decir que pocos lugares tenían aire acondicionado, pero como las paredes de todas las construcciones son tan anchas, el clima era otro adentro de cualquier tienda o restaurante.
Pero empecemos por el principio. Tomamos el tren en París (desde la Gare de l'Est) y en hora y media estábamos allá. Luego de preguntar tomamos un autobús que nos dejó a medio kilómetro del hotel. Al llegar nos dijo la dueña que había otra parada a cincuenta metros, el precio de no saber...
El hotel es una joyita, se ve que fue una casona que alguien decidió dedicar al turismo. Se llama Demeure des Vieux Bains, y está a unos quinientos metros de la primera parada de un trenecito que le da a uno la vuelta por la zona turística.
Les comparto primero unas imágenes del hotel, que vale la visita.
Ya en la puerta Lui estaba encantada, porque las hortensias son sus flores preferidas:
Mi idea era que pasáramos la tarde en el hotel, para bajar un poco el ritmo al viaje, que desde que llegó Lui había estado un poco acelerado, así que elegí esto para pasarnos un rato tranquilo:
Un salto al pasado, donde lo que escuchábamos eran pájaros, y veíamos peces en el estanque.
Después de un rato nos dimos una vuelta a la Roserie, (el rosedal) donde se puede uno pasar también horas disfrutando los aromas y los colores de las rosas:
Al volver al hotel, entre las callecitas, estos rincones:
Esta imagen de Lui en la ventana me gustó mucho:
Pues después de esta tarde tranquila, al día siguiente nos esperaba un desayuno en la terraza (había que trepar bastantes escalones, pero la vista lo valía):
Cómo ven:
Después de desayunar la emprendimos al pueblo. En el mapa aparecía cerca, pero lo que no decía es que era una subida que nos hizo sudar. Finalmente encontramos la parada del trenecito, cuya iglesia, Colegiata de Saint Quiriace, del siglo XII, presume entre sus historias, que allí escuchó misa Juana de Arco, en su paso de Reims...
Bueno, y ya que estamos a punto de tomar el tren, les cuento un poco de Provins:
Fue sede de una de las más importantes ferias de la provincia de Champaña, cuando la ciudad estaba bajo la jurisdicción del Condado de Champaña.
Es una ciudad Patrimonio de la humanidad por la Unesco desde 2001. Los subsuelos de la ciudad son recorridos por subterráneos medievales visitables, citados por Umberto Eco en El péndulo de Foucault.
Pues llegó el trenecito después de 40 minutos de espera:
La ciudad es célebre por sus fortificaciones medievales, de 1.200 metros de longitud con 22 torres, construidas entre 1226 y 1314.
En la época del Conde de Champaña la zona fue tan próspera, que Provins tenía su propia moneda, que era aceptada en toda Europa.
Esta es la Torre César, un imponente torreón octagonal de base cuadrada (sic), también del siglo XII. Pueden imaginarse la vista desde arriba (desde luego no subimos).
La puerta de Saint Jean, una de las entradas a la ciudad amurallada.
Esta librería medieval, que para entrar había que bajar los escalones que pueden ver, estaba varios grados más fría que afuera, hubiera o no lo que buscábamos, valió la pena la bajada (la foto la tomé de la red)...
Aquí algunas imágenes más:
En verano, la ciudad se viste de fiesta y está llena de eventos, sobre todo si uno visita con niños, se transporta uno a otra época:
Nosotras no entramos a los eventos, y no encontramos a nadie así por las calles, pero la red nos da infinidad de imágenes:
Además del turismo, Provins es famoso por su producción de rosas, y todo lo relacionado con ellas, desde las cremas corporales hasta las mermeladas y los tés.
Hay muy buenos restaurantes, hace años comimos en Aux Vieux Remparts, y hoy volvimos. Este magret de cannette me recordó por qué nos gustó tanto:
En fin, un viajecito al siglo XII, muy recomendable.
Besos medievales.
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