domingo, 26 de agosto de 2018

¡Volar con las aves!

Queridos,
Ya varios de Ustedes esperaban esta entrega. ¿Alguna vez han sentido que la vida es antes y después de una experiencia? Pues para mí, este fue el caso.
Hace más de veinte años vi una película que me impresionó mucho (Volando a Casa), en la que una niña impronta unos gansos y para poder enseñarlos a migrar, hace un largo viaje con ellos en un ultraligero, hasta que las aves llegan a su destino.

Nunca, ni en mis sueños más guajiros pensé que algún día podría vivir un momento así.
Todo empezó por un video que mi mamá compartió en nuestro Whatsapp familiar, en el que se veían varias imágenes de gente volando con unos gansos. Pensé "qué maravilla hacer algo así", pero cuando vi que esto se llevaba a cabo en Francia algo dentro de mí se emocionó de veras...

El asunto no era nada sencillo. El vuelo era en un lugar en el centro del país, en la región de Cantal, pero en medio de la nada; había que ir a Lyon en tren, rentar un coche y manejar 3 horas, hospedarnos en un albergue en Coltines, un caserío de no más de 50 casas, a 5 minutos del aeródromo, porque el vuelo era a las 6 de la mañana.
Todo esto sabiendo que la certeza del vuelo la tendríamos apenas 48 horas antes, cuando el meteorológico dice si las condiciones son buenas. Si no es así, el vuelo se pospone para otra fecha disponible. En nuestro caso, dado el regreso no esperado a México, teníamos sólo esta oportunidad, porque los vuelos se interrumpen a fines de septiembre y básicamente todos los demás días estaban ocupados.

Con todo listo y esperando buen augurio, el jueves me mandaron un mensaje que el tiempo era favorable y que 24 horas después habría otro mensaje confirmando...
Viernes en la mañana y el mensaje me da luz verde: ¡ Vuelo ! Lo digo en singular porque Ramón no estaba tan animado como para hacerlo, sin embargo, como siempre, fue solidario.

Después del tren, y de varias horas de manejar, dejamos la autopista para encontrar caminos que empezaban a ser cada vez más y más angostos,  (no tengo idea que hubiéramos hecho sin el GPS del teléfono); hasta a las vacas les extrañaba nuestro paso:





Sorprenden estos modernos molinos de viento, en verdad en medio de nada:


Pues llegamos a Coltines, nos dio mucha ternura encontrar este letrero:



El lugar hermoso:




El albergue (el único en el pueblito) sencillo y limpio, nos recibió con una cena de hamburguesa (todo preparado con productos de la región, la carne, el queso, etc) que nos dejó más que satisfechos.

Pueden imaginarse que pasé la noche en vela de la emoción.

A la mañana muy temprano emprendimos el corto camino (5 minutos) al aeródromo:

No había llegado nadie, pero ya me esperaban mis alas, y este amanecer.





Unos minutos después apareció el piloto (Cedric) con la cuidadora de las aves (Cassandra), diciendo que con el frío se había bajado la batería de la camioneta que transportaba los gansos... se me arrugó el corazón.

Finalmente vimos que los gansos vivían atrás del aeródromo junto con la cuidadora, que pasa meses ahí, solita, cuidando a los gansos para que crean que el ultraligero y los que nos subimos, somos sus papás ("lo que viene siendo" improntarlos)...

Cargaron la batería y acercaron los gansos (en este casos eran Bernaches nonnette o de cabeza blanca). Les cuento un poco de estos lindos pajaritos: son originarios de Groenlandia, y sus padres dejan los huevos en los peñascos para evitar a los predadores, principalmente a la zorra ártica, de manera que desde pequeños aprenden a sobrevivir por sí mismos, tienen que aventarse al vacío para unirse a sus padres. Su vida depende del suelo que tocan y si pueden caer de panza tienen más chance de sobrevivir. Si lo hacen y encuentran a sus padres, estarán más protegidos, si no, tendrán que vérselas solos.
En este caso, las aves se adquieren en una granja.



Los pajaritos tenían sólo 4 meses, y desde el mes y medio pueden empezar a volar. Llegan a vivir hasta 20 años pero cuando alcanzan la adolescencia (lo que les sucede entre 3 y 4 años), dejan de seguir a sus "papás",  y ya no vuelan con el ultraligero. En ese momento, los regresan a la granja donde los compran y van por unos nuevos bebés. (No quiero pensar en qué les hacen a los adolescentes, ni en el fois-gràs)...


Listos mis pajaritos...

Empiezan los preparativos, el piloto prueba los aparatos, a mí me ponen unos audífonos y un micrófono, y por supuesto un casco.




El piloto enciende el avión unos minutos, para calentar el motor y para emocionar a las aves, que con el sonido se excitan y están listas para el vuelo. Me contaba que en un día frío como ese, pueden volar hasta mil kilómetros (unas 10 horas) diarias SIN PARAR.


Ahora sí, motor caliente, yo emocionada, y ahí vienen...



Abren la caja y ¡¡ Arrancan !!








La emoción es tanta que uno no sabe qué hacer. El frío, a pesar de ir forrada con varias capas es mucho, pero no podía darme el lujo de pensar en eso, yo quería ver los gansos, el cielo, las nubes, el campo, un castillo por allá, en fin, la experiencia es sobrecogedora.

El piloto viene atento a todo, aves, paisaje, viento, y aún con todo eso, me iba explicando cosas...

No permiten llevar cámara, parte porque ellos tienen instalada una en el costado de una de las alas, y además porque creo que saben que con una cámara en la mano no es posible vivir plenamente la experiencia (me imagino que no habrán faltado los que tiraran el teléfono con la emoción). El video, por cierto, se vende aparte, tarda unos 20 días y llega por correo a tu casa.

El viaje dura 40 minutos, pero se va en un suspiro.
Cuando uno acuerda, ya viene de regreso:



La cuidadora vigila todo el trayecto con los binoculares, porque (me contaba Ramón, que platicaba con ella en tierra) si hay nubes bajas, el piloto pierde del todo la visibilidad y hay que guiarlo desde abajo (qué bueno que no supe eso antes). Afortunadamente, aunque el día estuvo nublado, no perdimos nunca de vista la tierra.
Las aves bajan unos segundos antes que nosotros. Por cierto, uno se lastimó en el aterrizaje, se le atoró un ala con uno de los tubos, afortunadamente sobrevivió.

Nosotros también. 



Sorprende la docilidad de las aves, para guardarlas de nuevo en su caja, basta que Cassandra las guíe con una escoba y solitas se meten...


Yo feliz y con diploma en mano. Bajé siendo mejor persona.



Cuando necesite revivir una experiencia feliz del todo, sólo cerraré los ojos y recordaré esta.

Volvimos a Lyon y pasamos un día más allí, esta será la siguiente entrega.

Besos extasiados.


domingo, 12 de agosto de 2018

Pedro Trueba en la Sorbonne

Queridos,
Hace un año que comenzó este sueño de que Pedro nos honrara con traer una exposición suya al claustro de la Sorbonne. Le mostramos el lugar y empezó a idear cómo armonizar los cuadros en las 48 vitrinas con las que cuenta el lugar.
Finalmente todo llega y así fue con la fecha. Con su familia vinieron cargando con los 74 cuadros ("telas", dijo cuando le preguntaron en la aerolínea qué traía). Unos amigos inclusive, vinieron a acompañarlo cargando también un paquete con las "telas".

El proceso empezó por preparar las vitrinas. Estamos seguros que desde que se creó la Sorbonne (1235) no se habían limpiado...


Mientras, se preparaban los lienzos con velcro para pegarlos:



Y empieza el montaje:


Aquí Laura (esposa y compañera solidaria de Pedro en todas las exposiciones) con él, colgando la primera pintura.


Y como decía un anuncio de Mexicana "La primera siempre será la primera..."


Y a seguirle...


Horas de trabajo, y no perdemos la sonrisa.



Habíamos pensado que necesitaríamos un "nivel" para que quedaran derechos, pero Pedro dijo que lo haríamos "a ojo". Bueno, se necesita un "ojo" como el suyo.


Se va viendo...



Empieza a tomar forma...




¡Ah, qué gusto tenerlo aquí!

Y pues llegó el día de la inauguración, 6 de agosto. La primera persona que entró fue una argentina con su hijo, que viene siguiendo a Pedro por Facebook, y al enterarse de la exposición, estando de visita en París salió corriendo a conocer al pintor.



Las cuatro de la tarde y empieza a llegar la gente. Pedro, generoso, llevaba además de las obras, un centenar de catálogos de la exposición para regalar, la mitad incluso con traducción al francés. Algunos tuvieron la suerte de llevárselo a su casa.


Juan, Mariana y Nico fueron los encargados de servir el vino.





En el caso de Mariana, también la hizo de traductora de Pedro cuando hizo falta.



Y es que siempre es un placer saludar al pintor en una inauguración...



A los franceses les encantó la obra. El colorido de México no tiene límites, y el talento de Pedro innegable...

Aunque afortunadamente los cuadros estaban protegidos, porque no falta el cansado que se quiere recargar...




Aquí al centro los amigos solidarios que ayudaron a Pedro a traer los cuadros desde México.

La inauguración estuvo a cargo de Ramón, Pedro y nuestro Embajador de México en la UNESCO, el Dr. Federico Salas. Da mucho gusto presentar a un pintor con ese prestigio, y los 9,000 cuadros que lo avalan. (No parece tener la edad de haber pintado 9,000 cuadros, pero es que se levanta temprano...)

Aquí los tres:







Aquí Pedro y Laura, los hijos de Pedro, que igualmente solidarios, están presentes en cada exposición de su papá.


Empiezan las caras de satisfacción del deber cumplido, y del éxito.


René, Emilia y Ramón, los tres integrantes del equipo del CEM UNAM Francia.


Aquí el equipo (casi)completo de los que participamos en la exposición (faltan Laura, Pedro y Laurita).

Un éxito rotundo. Calculamos más de doscientas personas entre los asistentes.

Estamos seguros de que aunque habrá en la Sorbonne muchas más exposiciones, difícilmente tendrán una tan colorida...



Y cuando terminamos de recoger lo que quedaba, ¡ Ay ! nos sorprendió la noticia de que el puesto de Director de los CEM-UNAM deja de existir, y las sedes foráneas se quedarán a cargo de los Secretarios Académicos, así que en enero volvemos a nuestro amado país y dejamos esta belleza...

Besos agridulces.