sábado, 17 de junio de 2017

La Promenade Plantée

Queridos:

Así se llamaba un paseo de 4.7 kilómetros de largo, que arranca a la altura de la Ópera de la Bastilla, al principio del Viaducto de las Artes y concluye en el boulevar periférico en la puerta de Montempoivre. Se cambió el nombre a Coulée verte René-Doumont, en honor a este agrónomo francés que luchó por la ecología y el desarrollo de las comunidades rurales pobres. Fue el primer candidato a la presidencia de Francia en 1974 con una etiqueta de ecologista.

Hace unos meses, cuando estuvimos en Nueva York, Lilly nos llevó a la Green Mile, que es la misma idea, un paseo verde que se construyó sobre una antigua vía de tren. Debo decir que aunque el otro es muy agradable, este se lleva de calle al de Nueva York, por su longitud y sus rincones verdes por todos lados. 

El Viaducto de las Artes es un conjunto de tiendas donde 52 artesanos exhiben joyas únicas, flores, accesorios de teatro, muñecas antiguas, se restauran cuadros, tapices, hay mobiliario contemporáneo, objetos de arte, pintura sobre porcelana, lámparas, bronces y mucho más. (Las dos siguientes fotos están tomadas de la red).











Pues es precisamente sobre este viaducto que empieza el paseo. En 1988, el paisajista Jacques Vergely y el arquitecto Philippe Mathieux iniciaron las obras, que concluyeron en 1993.




Sigue una orientación sur-este paralela a la avenida Daumesnil hasta llegar al jardín de Reuilly.

Conforme va uno avanzando se topa con hermosos arcos que lo van a uno llenando de paz, y por instantes se olvida uno que está en París.


A pesar de estar en medio de la ciudad, y sabiendo ahora que París se encuentra en el lugar de abajo de la Ciudad de México en contaminación acústica, es un placer sumergirse en el abrazo que da la naturaleza.


Hay otros arcos más naturales...


Debo decirles que aunque en las fotos el lugar aparece vacío (se imaginarán que me la pasé esquivando paseantes), los fines de semana es un hervidero, todo mundo quiere un respiro...



Pasamos a las flores, para no sólo apapachar la vista y el oído (con el silencio) sino también el olfato:


¿No huelen las rosas? ¿Y el jazmín?


Mientras caminaba, una señora abrió su balcón, y me imaginé la alegría que tendrá cada vez que se asoma...



Al fondo otro edificio muy parisino con vista envidiable...



Por cierto, Lulu me acaba de iluminar con la información de que la Prefectura de Policía, que se ve también desde aquí, tiene unas réplicas de los Esclavos de Miguel Ángel, yo tomé la foto pero por no saber la había evitado...



Llegando al jardín Reuilly toma uno el puente volado, para ver a los felices parisinos aprovechando el sol, cual playa.


Como les decía, cuando fui entre semana y temprano pude tomar estas fotos vacías, pero normalmente los fines de semana puede verse así (la siguiente foto es de la red):


Superado el jardín, el paseo regresa al nivel del suelo y se integra en la parte central de la avenida Vivaldi. 

Un estanque les permite a los paseantes sentarse a ver patos, palomas o lo que quiera tomar agua de allí:


Al final de la avenida, el paseo gira al este, retomando el trazado de la antigua línea ferroviaria de Vincennes, pasando por túneles en dos ocasiones. Como no llegué a los túneles, tomé de la red estas tres siguientes imágenes:





No podía faltar un espacio para que los niños jugaran...



Y cerca de allí otro para adultos, donde varios estaban meditando o haciendo yoga...



Y por acá el arte, en el que claramente todos participan...


Me encontré con este kiosko, increíblemente singular, que surte agua gratuitamente, incluyendo ¡¡MINERAL!! (aquí le llaman gazeuse o petillante).



La gente llega con sus garrafones para surtirse.


Yo, que no llevaba botella, me conformé con un vasito que encontré y me di el gusto...


La red dice que este es el final del camino, en el bosque de Vincennes; habrá que creerles porque no llegué...

¡Besos naturales!

domingo, 11 de junio de 2017

El Orientalismo.

Queridos,
Quiero completarles la visita al D'Orsay que hicimos ese día feliz.
Esta sala que les compartiré, a pesar de que los impresionistas son nuestros preferidos, nos provoca una fascinación que hace que cada vez que vamos no podamos dejar de pasar...

El Oriente, entendido aquí como África del Norte y Palestina, que inspiró sueños todo el siglo XIX, no corresponde a una área geográfica precisa, aunque la política colonial de los países europeos y el auge de los viajes, multiplicaron los contactos con la cuenca del Mediterráneo.

En este contexto, la relación con el Otro, (lo desconocido) se redefine y se vuelve más concreta. En la estela que dejó Delacroix y los románticos, los artistas reinventan constantemente en su propio estilo las imágenes, a veces fantasiosas, de una cultura extranjera que tropieza con la sed de exotismo... de un mundo que parte al descubrimiento de terrotorios desconocidos.


Este cuadro, La lavandera, de Ernest Hébert, de 1869 no está precisamente dentro de la sala, pero camino a ella, y ya se va uno preparando...


Esta escultura está también en la entrada. El niño de Abruzzes, de André Allar, 1873.


Esta pintura muestra muy diferentes a los pastorcitos que tenemos en nuestras pastorelas, pero así deben haber sido... Los pastores, conducidos por la estrella, se acercan a Belén. Octave Penguilly L'Haridon, 1863.

Ciertamente todos tenemos esa parte, algunos más escondida, que busca lo exótico, lo diferente, y los imperios encontraron esos lugares recónditos que por distintos fascinaron, aunque muchas veces por no entender, simplemente despreciaron.



Varias de las obras atraen y horrorizan a la vez...
 Los últimos rebeldes, escena de la historia marroquí.  Jean Joseph Benjamin-Constant. Hacia 1880.


Ante esta imagen nos hemos quedado Ramón y yo de pie durante mucho rato. Casi podemos escuchar el dolor y la desesperación de los moribundos. Es un cuadro grande, que se viene encima por el poder de atracción y por el tema... El país de la sed. Eugène Fromentin, 1869.




¿Qué les dice a Ustedes este cuadro? Yo casi puedo escuchar los rezos a la hora de la puesta del sol.
Rezo de noche en el Sahara. Gustave Guillaumet, 1863.


Una vez más, la desolación del desierto, que se come vivo a quien se deje... El Sahara, o El Desierto, también de Gustave Guillaumet, 1867.


Esta es otra que me encanta. Los invito a ver con detalle la escena... es la peregrinación a La Meca, ustedes saben que un musulmán sueña con hacerlo al menos una vez en la vida, me impresiona ver a los viejos caminando descalzos, quién sabe desde dónde, las mujeres, los niños, en fin, cuántas historias contarán esos pasos...
Peregrinos hacia La Meca, Belly, (no supe el año).


Miren esta mujer... contenta no está, pero ¿qué guardará? ¿enojo? ¿decepción? ¿deseos de venganza? Se ve rica, pero como en jaula de oro... Mujer árabe, Jules Blanchard, 1901.



Y a su lado esta otra figura, Jefe abisinio, (actual Etiopía) Marcello, 1870. Aunque distintas épocas, ¿no se les antoja pensar que es el Jeque y la mujer es una de sus doncellas del harén? Claro, la cara que tiene la escultura no podría ponérsela al hombre, ¿cuál sería la que podría mostrarle?... En fin, esas cosas son las que se me ocurren cuando veo esculturas como estas.


Esta pintura me hace imaginar la vista desde allí arriba... La Roche de Vann, Kurdistan, Jules Laurens, 1880.


Este cuadro es bello y sumamente desolador... Viejo delante de la tumba de sus hijos. Osman Hamdy Bey 1892.


Esta escena también me transporta. Café en Adalia (Turquía), Charles Émile de Tournemine. 1856. ¿No oyen los patos? Cómo me gustaría saber de qué hablaban...


Este es otro cuadro de gran formato que nos hace escuchar a los elefantes. Miren los detalles... Nuevamente de Tournemine, Elefantes de África, 1867.


¿Y éste? ¿Qué les dice a Ustedes? Laghouat, Sahara algeriana, 1879, también de Guillaumet.


Esta pequeña escultura me provoca algo extraño cada vez que la veo. Por descuido no tomé la ficha, pero es alguien que ruega, suplica amor. Me impresiona la cara de ella, de desprecio, y la desesperación de él... ¿qué habrá pasado?



Y con este cuadro los dejo, La Excomunión de Robert le Pieux, también de Laurens, 1875. Cada quién invente la historia que más les guste...



Y Ramón muy contento, después del "deber" cultural cumplido...

Besos exóticos.

domingo, 4 de junio de 2017

Más allá de las estrellas. El misticismo en la pintura

Queridos:

La semana pasada anduve de pata de perro feliz, gozando a mis hijos, que vinieron a vernos a París, y que hacía ¡6 años! no estábamos juntos todos. Imaginen la alegría... Y varios lectores amorosamente me preguntaron qué pasó con mi reseña de la semana: ¡Gracias! Me encanta que estén atentos a la llegada de la entrega. Pues aquí les va.

El Museo D'Orsay es un placer en sí mismo. La simple arquitectura de una estación de trenes convertida en museo ya es una osadía, y el resultado es tan hermoso, que es una experiencia casi mística recorrerlo. Pues esta vez, la exposición temporal trataba exactamente de eso: la búsqueda de los pintores de lo espiritual en la naturaleza. Me encantó visitarla, y aún más ir pensando mientras caminaba, cuál sería el hilo conductor para compartírselas.

Este bellísimo poema nos dice mucho de lo que busca la exposición. Traidoramente lo busqué en español, pero para quien habla francés, los invito a leerlo en su idioma original, simplemente buscándolo en la red como "Correspondances". Es del gran Baudelaire.

CORRESPONDENCIAS. 

Naturaleza es templo donde vivos pilares
dejan salir a veces una palabra oscura;
entre bosques de símbolos va el hombre a la ventura,
símbolos que lo miran con ojos familiares.
Igual que largos ecos lejanos, confundidos
en una tenebrosa y profunda unidad,
vasta como la noche y cual la claridad,
se responden perfumes, colores y sonidos.
Así hay perfumes frescos cual mejillas de infantes,
verdes como praderas, dulces como el oboe,
y hay otros corrompidos, estridentes, triunfantes,
de una expansión de cosas infinitas henchidos,
como el almizcle, el ámbar, el incienso, el aloe,
que cantan los transportes del alma y los sentidos.

Correspondances.
CHARLES BAUDELAIRE


A finales del siglo XIX, los artistas europeos (ya hablaremos de los canadienses más tarde), enfrentaron al pensamiento positivista, que priorizaba la experimentación científica, y frente a un mundo en plena mutación, tocados por una especie de idealismo, se interrogaron sus orígenes, su cultura religiosa y la relación del hombre con la naturaleza. 
Esta exposición se propone analizar cómo esta tendencia influenció la pintura del paisaje en los albores del siglo XX, favoreciendo el nacimiento de la abstracción.


Una de las cosas que llama la atención en el recorrido, es la búsqueda de la luz, no sólo la luz en su sentido literal, sino el manejo de ella en la introspección, (¿cómo la naturaleza me ilumina?). Pretendo no ponerme muy filosófica, pero la exposición lo requiere, así que pido disculpas por el exceso...

Este cuadro de Monet, Álamos, 1891, es precisamente eso, un "monumento a la luz".


Y siguiendo con Monet, esta belleza, Montón de paja al atardecer, también de 1891.

Una de las salas trata de los bosques sagrados. El primer cuadro que les puse, Bosque sobre el suelo rojo, de Georges Lacombe, 1891, acompañando el poema viene de allí, ahora les completo la visita:


Estos Olivos, de Van Gogh, de 1889, que me dan a mí una impresión de atormentados...


Camino entre los árboles, de Maurice Denis, 1891. 
La sala de los bosques sagrados pretende acercarnos a  asimilar la naturaleza como un templo, y la vida humana como un camino a través de un bosque de símbolos. En lo personal me gustó mucho la metáfora.




Danza junto al río, de Edvard Much, 1899-1900. Me llamó la atención el contraste de las mujeres de negro, junto a unas niñas alegres, llenas de sol.



Este cuadro parecía fuera de lugar, pero se llama El espejo de la vida (lo que hace uno lo hacen los otros), de Giuseppe Pellizza da Volvedo, 1895-1898. Este pintor italiano fue siempre un comprometido social.
El título, inspirado en un verso de La Divina Comedia de Dante (El Purgatorio, Canto III, 82) nos muestra, con la representación de una manada de ovejas pasando a través del río Curone, cómo no importa hacia dónde, siempre habrá borregos que sigan al que dice "yo los guío"... ¿alguna coincidencia con nuestra realidad actual? No hay nada nuevo bajo el sol...



Estos siguientes cuadros se los dedico a nuestros amores canadienses, para que sepan que pensamos en Ustedes.

En el Norte de Europa, artistas como Willumsem, Strindberg o Fjaestad, utilizaron la naturaleza  como un medio de expresión para traducir sus cuestionamientos de orden místico. Un poco más tarde, en Canadá, un grupo de jóvenes pintores descubrieron a los artistas escandinavos gracias a una exposición en Búfalo, en 1913. Se dieron cuenta que su forma de manejar los grandes espacios salvajes estaba cerca de sus propias aspiraciones.
Así crearon en 1920 El Grupo de los Siete (Harris, MacDonald, Lismer, Varley, Carmichael, Johnston, Jackson; sin Tom Thomson, dado que murió prematuramente), y jugaron un papel importante en la definición, por primera vez en Canadá, de un estilo de representación de los paisajes de América del Norte.
Sus paisajes aislados, intemporales, vacíos de toda presencia humana, concebían los elementos como imágenes simbólicas, pregúntándose el papel de su propia identidad dentro de ellos. Varios miembros del grupo, fueron atraídos por la teosofía, disciplina desarrollada en Estados Unidos por Helena Blavatsky.

Si me hubieran puesto a apostar, y sin saber esta historia de los escandinavos, lo hubiera hecho a favor de alguno de Los Siete, pero es de Gustaf Fjaestad, Claro de luna en invierno, de 1895.



Lo mismo me pasó con este siguiente, de Mardsen Hartley, Cosmos, 1908-1909, hubiera jurado que era de los Siete:



Este de abajo es del gran Tom Thomson, que sólo por haber desaparecido del mundo tan pronto (se ahogó en una canoa antes de cumplir los 40 años), no formó parte del grupo, pero su producción artística es riquísima... Por cierto, este árbol, que por poco frondoso y parecer que las ramas estaban cansadas, era bastante despreciado, pero después que Thomson lo hiciera famoso, empezó a ser valorado, ya ven que a veces así pasa...



Este de abajo es de Lawren Stuart Harris, Paisaje decorativo, 1917. Interesante cómo la fecha coincide con los años tardíos de los Impresionistas franceses...





Este de arriba, Bosque en la Columbia Británica, 1931-1932,  es de Emily Carr que no formó parte del grupo, pero era muy cercana a Harris. Nacida en la Columbia Británica, estaba fascinada por la cultura indígena. Sus pinturas de los sitios naturales de las Primeras Naciones la marcaron como una artista militante, cuestionando sin cesar su identidad y relación con esa cultura del norte de Canadá. Su trabajo con Harris continuó más allá de 1918 y desarrolló un estilo muy próximo a la abstracción. 

Y así dejamos a nuestro amado Grupo de los Siete...






Estos dos cuadros de arriba me llamaron mucho la atención, porque están pintados en el mismo lienzo, uno por delante y el otro por atrás, son de August Strindberg, sueco, Ola VI y Ola VIII, 1901-1902. 
El pintor era monje, y sus obras estaban hechas con espátula y con los dedos... ¿sería que tenía poco material o qué nos querría decir?


Y pasamos a La Noche...



Tiempo de sueño y misterio, la noche ha seducido siempre a los artistas. La generación de los simbolistas inspiró notablemente sus atmósferas en diversos grados. La noche no es solamente la real, con el consabido manejo de la luz, sino también la "noche del alma", cargada de significados espirituales, símbolo de muerte, silencio, soledad y también como un tiempo en busca de la  trascendencia... Este cuadro es de Eugene Jansson (sueco), La Noche en Hornsgatan. 1902.




Y no nos podía faltar, aquí arriba, La Noche Estrellada, mi favorito de Van Gogh, 1888.

Y si hay noche, hay alba... literal y metafóricamente, ¿no dicen que cuando más negra está la noche es que ya va a amanecer? Pues así nos pasa a todos, y estos pintores encontraron en los paisajes alborales algunas respuestas:


Este, también de Jansson, El alba sobre el Riddarfjärden, de 1899.


Este, Sol saliendo en Asís, de Charles-Marie Dulac, 1897. Este pintor, después de saber que tenía una enfermedad incurable debido al albayalde (un pigmento a base de carbonato de plomo), sabiéndose condenado, se convirtió al catolicismo y se fue a vivir a la comunidad franciscana. Desde ese momento, se dedicó a representar lo sagrado de la naturaleza desde el espíritu de San Francisco (¿se acuerdan de Hermano Sol, Hermana Luna?) En 1894 consagra su trabajo a una serie de litografías, El cántico de las criaturas...


Y la exposición termina con El Cosmos. Este cuadro me gustó y pido disculpas porque por descuido no tomé la ficha. Se los dejo a su imaginación.

Saliendo de la exposición y camino a encontrarme con los demás (cada quién recorrió el museo a su antojo), encontré esta joyita, pequeña, que me ha llamado la atención cada vez que vengo:


Se llama El parque lo de las ovejas, Claro de luna, de Jean-Françoise Millet, hacia 1872. Juan andaba por allí y le pregunté "¿qué sientes al ver este cuadro?" Yo en lo personal me pregunto ¿qué sentiría el pastor? ¿tendría frío? ¿amaría a sus borregos? ¿había alguien que lo esperara en su casa al volver? Estas son las cosas que me pasan cuando me atrapa un cuadro...

Besos nocturnos.