sábado, 22 de octubre de 2016

Pompeya en Montreal

Queridos,
Hace mucho que no me siento a reseñar nada. Han pasado tantas cosas en nuestras vidas en los últimos meses, y sobre todo, hace unas semanas invitaron a Ramón a dirigir la UNAM-FRANCIA, lo que nos llevó a cambiar el ritmo tranquilo que apenas estábamos disfrutando.
Un nuevo cambio, que implica nuevos retos y la aventura de volver a Europa, con toda la cultura que eso trae. La vida te da sorpresas. Nunca pensamos que iríamos a París de nuevo a vivir.
Antes de empezar a reseñar allá, les compartiré ésta, un viaje a Nueva York que hicimos con Lilly y Luis Fernando hacer unas semanas.

En estos meses he seguido tomando fotos de lo que visitamos, y es hasta ahora que tengo la calma para compartirles esta exposición que estuvo en el Museo de Bellas Artes en Montreal en abril. Ya había reseñado hace años una exposición que vimos en el Museo Maillol en París, casi todas la piezas venían a su vez del Museo de Nápoles. Esta nueva exposición era aún más grande y como siempre, me sorprendió ver el refinamiento con el que vivían estos señores.

No cabe duda de que cuando se llega a cierta base de satisfacción, se pasa al siguiente nivel, y no sólo se quiere comer, sino comer bien, no sólo taparse, sino vestirse, y así todo.

Me llamó la atención esta primera pintura, que a primera vista parece una panadería:


Pero resulta que no. Es nada menos que el reparto de tortas de los políticos del pasado. Los hombres que querían ocupar algún puesto público, hacían campaña repartiendo pan. Así que no nos extrañemos que nuestros políticos de ahora lo sigan haciendo, no inventaron el hilo negro...


Por cierto que de forma increíble, se rescató entre las cenizas un pedazo de hogaza...

Es sorprendente cómo gracias a la lava todo quedó enterrado, y por lo tanto, gracias a la tecnología todo lo que había debajo pudo rescatarse y podemos tener una imagen clara de la forma en que vivían hace dos mil años.

Los pompeyanos eran refinados en todos sentidos, les comparto algunas cosas que se rescataron:


Los frescos en las paredes de sus casas,



Los mosaicos que mandaban a hacer como retratos de los más ricos,



Los espejos que utilizaban las mujeres.

Un dato que me llamó mucho la atención en un documental que vi en Netflix sobre Pompeya y que por cierto les recomiendo mucho, es que ya había "tintorerías". Lavaban la ropa con orina, en estanques de unos 20 centímetros de profundidad, y los esclavos con los pies pisaban la ropa y así la desmanchaban. Espero que hayan tenido una buena forma de quitar el olor después...

Utilizaban el vidrio con maestría, para beber o para adornar. Miren:







Hermoso...

Recuerdo en la otra exposición esta pieza, una coladera; me pareció increíble que desde esa época los utensilios de cocina fueran no sólo funcionales sino también bellos.


Esta es una de tantas que se rescataron con los restos intactos de personas o animales, que aunque un poco morbosas, nos muestra cómo el fuego y el humo los tomo por sorpresa a todos. Poquísimos lograron escapar.


Hay pruebas de que hacían teatro, esta figura en terracota que originalmente estaba pintada en colores, fue descubierta en 1672, a la entrada de un jardín privado, cerca del teatro de Pompeya. Muestra un actor que representa un papel femenino. Supongo que a las mujeres no las dejaban actuar:


Me llamaron la atención estos perfumeros en forma de pájaro, de unos 8 centímetros, bellísimos:



También me sorprendió esta charola, cuyas asas eran ya movibles:


Y las joyas, qué refinamiento digno de cualquier joyería moderna...





Esta vasija de barro hacía un papel muy interesante: era una trampa para lirones, cuya carne parecía ser muy apreciada. Dentro de ella alimentaban al lirón, que podía moverse mientras engordaba, pero tenía un tope, así que no podía salir. Cuando lo consideraban suficientemente gordito se acababa el juego para el pobre animalito...


En fin, el ser humano usando su inteligencia en su beneficio.

Les dejo pues esta pequeña muestra de lo que es una cultura que desapareció en horas y que nos dejó enterrada su belleza, para nuestro gozo visual.

Fui sola al museo, y después me tomé una copa en el restaurante, para brindar por  Ustedes, mis lectores:


Besos refinados.